Las excusas que me impedían perder peso (y cómo logré dejarlas atrás)

¿Siempre dices ‘el lunes empiezo’ o ‘mi metabolismo me lo impide’? Descubre cómo vencí mis excusas para bajar de peso y cómo puedes hacerlo tú también.

Hay momentos en la vida en los que todo cambia de golpe. Para mí, ese instante fue cuando mi médica, con una seriedad que jamás olvidaré, me dijo:
“O haces algo con tu salud ahora, o tendrás un serio disgusto a corto plazo.”

Sentí que el suelo se movía bajo mis pies. Durante años había vivido posponiendo, convenciéndome de que ya habría tiempo para ocuparme de mi peso, de mi salud, de mí mismo. Pero ese día supe que ya no podía esconderme detrás de las excusas que impedían bajar de peso..

Este post es una mezcla entre mi propia historia y una guía práctica para quienes hoy se dicen las mismas frases que yo repetía una y otra vez. Si alguna vez has pensado “el lunes empiezo” o “mi metabolismo es el culpable”, sigue leyendo. Puede que descubras que no estás solo y, lo más importante, que sí puedes transformar tu vida.


Las excusas que me repetía

Todos tenemos un repertorio personal de excusas, esas frases cómodas que nos permiten aplazar decisiones difíciles. Las mías eran más o menos siempre las mismas, y se habían convertido casi en un mantra.

1. “Mi metabolismo me impide perder peso”

Ésta era mi favorita, y también la más difícil de superar. Me convencí de que, pasara lo que pasara, mi cuerpo estaba programado para acumular kilos y que luchar contra eso era inútil. Repetía la frase con tanta convicción que casi llegué a creer que era una verdad científica.

El problema de esta excusa es que me quitaba toda responsabilidad. Si el metabolismo era el culpable, entonces yo no tenía que hacer nada. Pero en el fondo sabía que eso era solo un escudo para no enfrentar mis propios hábitos.

2. “El próximo mes será mejor momento”

Siempre había una fecha perfecta en el horizonte: el lunes siguiente, después de las vacaciones, cuando pasara una temporada de mucho trabajo. El futuro era el refugio donde guardaba todas mis intenciones.

El problema es que ese futuro nunca llegaba. Siempre surgía algo: compromisos, cansancio, celebraciones. Vivía en un eterno “ya empezaré mañana” que me mantenía atrapado en el mismo lugar.

3. “Con tanto estrés, es imposible”

El estrés fue otra de mis grandes coartadas. Me decía que la presión del trabajo, los problemas familiares o la falta de tiempo hacían imposible pensar en dieta o ejercicio. Usaba el estrés como una justificación respetable, porque todos lo entienden.

Pero lo cierto es que nunca hay un momento libre de estrés. La vida siempre trae retos. Si esperaba la calma total para actuar, iba a esperar toda la vida.

4. “Ahora no tengo tiempo”

Era la excusa más práctica y rápida. Pero cuando lo analicé, me di cuenta de que pasaba horas frente al móvil, viendo televisión o procrastinando con cosas menores. No era falta de tiempo, era falta de prioridades.


La excusa más habitual: culpar al metabolismo

Entre todas, la más dura fue culpar a mi metabolismo. Porque no era solo una frase: era una creencia profunda. Me la repetí tantas veces que se convirtió en una verdad absoluta dentro de mi cabeza.

Culpar al metabolismo me hacía sentir víctima de algo que no podía controlar. Y lo peor, me llenaba de rabia: contra mí mismo, contra quienes me decían que bajara de peso y contra cualquier intento de ayuda.

Lo que aprendí después es que nuestro metabolismo sí juega un papel, pero no es una condena irreversible. Siempre hay margen de acción: en cómo comemos, cómo nos movemos, cómo descansamos y cómo gestionamos nuestras emociones. El día que acepté esa realidad, dejé de luchar contra un enemigo invisible y empecé a recuperar el control.


Las emociones detrás de las excusas

Las excusas no eran frases aisladas, tenían un trasfondo emocional muy potente. Cada vez que me repetía que no podía, sentía una mezcla de furia, frustración y hasta resentimiento.

Me enojaba conmigo mismo por no tener la fuerza de voluntad que imaginaba necesaria. Y me enojaba con los demás porque sentía que no entendían mi situación. Esa ira silenciosa me hacía comer más, moverme menos y hundirme en un círculo vicioso.

Entender que mis excusas estaban alimentadas por emociones no gestionadas fue clave. No era solo cuestión de disciplina; era cuestión de trabajar en mi relación conmigo mismo.


El punto de inflexión la situación crítica

La vida tiene una manera particular de ponernos frente al espejo. Mi punto de quiebre fue el aviso médico. Ya no era un tema estético ni de autoestima, era mi salud, mi vida.

Cuando escuché a la médica decir que tendría un “serio disgusto” a corto plazo si no cambiaba, me sentí vulnerable, incluso asustado. Pero, al mismo tiempo, fue un despertar. Comprendí que había cruzado la línea de los “algún día” y que era el momento de actuar.

Ese día entendí que nadie más lo haría por mí. Ni el metabolismo, ni el tiempo, ni la suerte. Solo yo podía tomar la decisión.


Lo que aprendí de mis excusas

Mirando hacia atrás, me doy cuenta de que cada excusa tenía un mensaje oculto:

  • “Mi metabolismo me lo impide” → En realidad quería decir: no confío en mi capacidad de cambiar mis hábitos.
  • “El próximo mes será mejor” → Significaba: tengo miedo de salir de mi zona de confort.
  • “Con tanto estrés, es imposible” → Era mi forma de decir: no sé cómo gestionar mis emociones sin recurrir a la comida.
  • “No tengo tiempo” → En verdad era: no estoy priorizando mi salud.

Las excusas son disfraces del miedo. Y hasta que no me atreví a ver qué había detrás de cada una, no pude empezar a desmontarlas.


Si tú también estás posponiendo…

Si estás leyendo esto y te reconoces en alguna de mis frases, quiero decirte algo: no estás solo. Todos hemos usado excusas en algún momento. Son parte del proceso humano de resistencia al cambio.

Pero también quiero que sepas que ninguna excusa tiene más poder que tu decisión de actuar. El momento perfecto no existe. La motivación no llega mágicamente. El primer paso siempre es incómodo, pero es el que abre la puerta a la transformación.


Un mensaje motivador para ti

Hoy, después de todo ese camino, puedo mirar atrás y agradecer incluso a mis excusas. Porque me mostraron cuáles eran mis miedos más profundos y me obligaron a enfrentarlos.

Si estás dudando, si sientes que no puedes, si crees que tu metabolismo, tu tiempo o tu estrés te lo impiden, quiero que recuerdes algo:
tú tienes mucho más poder del que imaginas.

El cambio no empieza el lunes, ni el próximo mes, ni cuando la vida esté tranquila. El cambio empieza hoy, en el momento en que decides dejar de repetirte las mismas frases y te atreves a actuar, aunque sea con un paso pequeño.


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  • Romper con los hábitos que te frenan.
  • Construir una relación más sana con la comida y el ejercicio.
  • Gestionar mejor el estrés y las emociones.
  • Descubrir que tu cuerpo sí puede cambiar, paso a paso.

No necesitas esperar al lunes ni al próximo mes. El momento es hoy.

Porque las excusas no van a desaparecer solas. Pero tu decisión de actuar puede cambiarlo todo.

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